Opiniones sobre el libro -
“Una novela de marcada excelencia” Juan Ángel Juristo, ABC Cultural
“Una voz de poderosa eficacia” J.E. Ayala Dip, Babelia, El País
“Un libro muy bien estructurado, ameno y lleno de sorpresas, sin la pesada carga de la historia y con la vitalidad del documento”. J.A. Masoliver Ródenas, Cultura/s, La Vanguardia
“Vila-Sanjuán ha descrito con maestría una España casi desconocida… Testimonio certero e impagable de algunos españoles que, en momentos obtusos, osaron imaginar ser ciudadanos de su tiempo”. Margarita Rivière, Qué Leer
“Barcelona se jacta de muchas y muy buenas novelas, pero ésta se postula como la definitiva de una década muy poco transitada” Ángeles López, La Razón
“Vila-Sanjuán se pone a la cabeza de una nueva ola narrativa aupada sobre la fuerza de lo testimonial que se aleja del yoísmo y pone el relato al servicio de acontecimientos o vidas que merecen ser contadas” Qué Leer
“Estupendo homenaje a la década dorada de la publicidad en España, al despegue cultural de la sociedad a través de la radio y la televisión… Un mapa muy bien pespuntado por un hilo de intriga y suspense” Guillermo Busutil, La Opinión de Málaga
“Una pequeña delicia literaria que se lee en un suspiro” Blog Mientras Lees “Un bellísimo paseo por la Barcelona de postguerra…” Blog Revista Kritika
“Una obra tremendamente ágil, en la que se suprime todo lo superfluo para contarnos el momento justo sobre el que el autor pone el foco”. Lidia Casado, blog Juntando más letras
“Sobresaliente” Sergio Sancor, blog Libros y literatura.es
“Uno de los libros más entretenidos e interesantes que he leído últimamente, con una economía de medios y una precisión admirables.... Una pequeña joya” Blog Los libros de Daniel
“Es sumamente difícil hacer lo que ha hecho Vila-Sanjuán en esta novela: una foto, un retrato sin artificios pero sumamente clarificador de la sociedad de los primeros años 60. Estaba en el aire es el retrato de una ciudad y de un momento histórico pero también es una historia que nos habla del amor de una madre por su hija, del abismo en el que se puede caer cuando se tiene todo o de la lucha de un hombre por encontrar su identidad y sus orígenes. Una novela que lo tiene todo.” Blog Mi mundo con dos lunas
Reseña de Adolfo Sotelo para Cuadernos Hispanoamericanos -
BARCELONA, 1960: UNA CIUDAD QUE DESPIERTA
Adolfo Sotelo Vázquez
“S’ha de vèncer la por d’esciure novel.les; jo demano persones de bona voluntat que vulguin començar a escriure novel.les” (Josep M. de Sagarra, 1925)
Sergio Vila-Sanjuán (Barcelona, 1957) ha obtenido con Estaba en el aire el Premio Nadal 2013. Vila-Sanjuán es un escritor que se ha forjado en el periodismo (actualmente es el director del suplemento Culturas de La Vanguardia). Desde esos quehaceres ha publicado libros de notable calado como el impagable Pasando página (Barcelona, Destino, 2003), donde presentaba las interioridades del mundo del libro en la España democrática: un ejemplo de cómo abordar el estudio de la trayectoria de una industria cultural. Ahora bien, en 2010 desembarcaba en el panorama narrativo español con una novela de Barcelona: Una heredera de Barcelona (Destino) era un retrato documentado, inteligente e impecable de la ciudad en los años 20. Una opera prima que anunciaba un prometedor camino, “otro camino”, que apostaba por rutas poco transitadas en la narrativa hispánica del siglo XXI, al menos con el ademán reposado y sagaz que emplea el historiador Vila-Sanjuán en sus novelas.
Estaba en el aire es una novela de Barcelona. Esta es la primera característica de su naturaleza en el dominio proteico que constituye el género y que de modo brillante definió Guy de Maupassant cuando corría el año 1887. Estaba en el aire es una ficción que ha buscado unos anclajes históricos importantes en la realidad barcelonesa y española de los años sesenta: de un lado, el programa radiofónico Rinomicina le busca (RNE en Barcelona) como metáfora, y, de otro y como metonimia, el crecimiento económico a partir del Plan de Estabilización de 1959, que es el principio del final de los negros sinsabores de la primera posguerra. Estaba en el aire es una novela cuya poética se inclina por el realismo amable y sosegado, es decir, por un realismo cuyo regard comporta un signe (aludo al espléndido libro de Henri Mitterand, Le regard et le signe. Poétique du roman réaliste et naturaliste, Paris, PUF, 1987) que, sin dejar de representar la sociedad que describe y analiza, evita lo más áspero, lo más lacerante. El propio autor ha hablado de Henry James como punto de partida y ha soslayado la mirada heredera del naturalismo, de Émile Zola, por ejemplo.
A estos tres aspectos de la novela voy a dedicar mi sucinto análisis. Cualquier conspicuo lector de “novelas de ciudad” (empleo el sintagma sin ninguna pretensión teórica) sabe que Madrid es espacio y tiempo de numerosas novelas galdosianas y barojianas, que tiene en La colmena (1951) o en Tiempo de silencio (1962) dos versiones de una ciudad, que a su vez anuda una parte sustancial del mundo narrativo de Francisco Umbral. También sabe que existe un Paris de Balzac, de Flaubert, de Zola, de Proust, etc. Y una Nueva York de Henry James, Scott Fitgerald, John Dos Passos o de Paul Auster. Ese mismo lector es conocedor de las novelas de Barcelona, sin olvidar que los fundamentos de esta tipología cuentan con una obra maestra, genial, incuestionable y poco reconocida fuera de Cataluña: Vida privada (1932) de Josep M. de Sagarra. El memorable, ácido, brillante y corrosivo retrato de la Barcelona caminando hacia los años treinta que la novela presenta es una influencia cuya ansiedad aflora en todos los trabajos narrativos posteriores que han querido adentrarse en las órbitas de la ciudad. Si se me permite el brochazo, podríamos decir que todas las ficciones barcelonesas posteriores son hijas de Vida privada, incluidas las más alejadas de su ética y su estética, en catalán o en castellano. Méritos de la ciudad bilingüe.
Por cierto, es conveniente aprovechar la referencia a Vida privada para citar la traducción al castellano de José Agustín Goytisolo y Manuel Vázquez Montalbán, con prólogo de Marcos Ordóñez y comentarios de Félix de Azúa, Juan Marsé, Eduardo Mendoza, Terenci Moix y Manuel Vázquez Montalbán (Barcelona, Anagrama, 1994). También conviene decir que los comentaristas, con excepción de Eduardo Mendoza y Terenci Moix, no forman parte de los senderos que transitan Una heredera de Barcelona y Estaba en el aire como novelas de Barcelona. Sin embargo, para cerrar esta breve digresión sobre la imponente sombra de Vida privada quiero subrayar el juicio de Marsé: “Vida privada es una referencia obligada al hablar de narrativa catalana. Un punto y aparte.”
Varios personajes entrecruzan sus vidas en la ficción que con destreza similar a la de una novela policíaca ha hilvanado Vila-Sanjuán. Y aunque el mundo que se nos ofrece es esencialmente el de una burguesía que quiere emprender nuevos rumbos, lo cierto es que sus pálpitos, sus pulsos morales, son muy diversos. Siendo esto así, al lector le queda la justa impresión de que, sobre todo en la primera parte, el cronotopo que agrupa al coro de personajes es el protagonista de la narración. Barcelona y sus diversidades se encarnan una y otra vez.
Juan Ignacio Varela, el publicitario que apadrina Rinomicina le busca, vive con su mujer Elena –“presencia impecable, sensatez a toda prueba”- y sus hijos en el placentero Ensanche barcelonés. Su piso de la Rambla de Cartaluña es una metáfora de esa Barcelona sensata, ordenada y con ansias de futuro. Paralelamente otra Barcelona es la de la fascinante Tona Viladomiu (en las buenas novelas sentimentales, y ésta lo es, siempre un personaje hipnotiza al lector; en Estaba en el aire es Tona), quien comparte con su marido Marcos Feu un ático de la calle Mandri. Son vidas paralalelas, matrimonios paralelos, pero en el curso de la acción narrativa son destinos dramaticamente diferentes (la felicidad de Juan Ignacio y su contrapeso, la infelicidad y el deso de Tona) y piezas esenciales de la “historia” de la novela.
Un escalón por encima de esta burguesía que concierta sus relaciones festivas en el barrio de Gracia –“el restaurante Tudela, siempre atestado, con sus manteles a cuadros y su laberíntica distribución”- el narrador dibuja el hábitat de Casimiro Pladevall, el magnate del que dependen los trabajos y los días de Juan Ignacio y Marcos, además de ser el amante sincero y emotivo de Tona, aunque “Pladevall y Tona pasean su relación por rincones de sombra”. Su espacio familiar es el Turó Park, un dúplex de 800 metros cuadrados, su mujer Marta ya al desayuno “está elegantísima y perfecta, con un suavísimo maquillaje”, mientras su hijo Max y su chófer Demetrio mantienen relaciones homosexuales. Su “apartamento secreto” está en una empinada calle de la colina del Putxet, en tanto los negocios oscuros se ajustan en palacetes del cercano y enigmático barrio de Horta.
Muchos escalones por debajo se desarrolla la vida de Antonio Luna, en realidad, Antonio Lena (“es un hombre sin pasado. O al menos prefiere olvidarlo […] Lo más estimulante de su peripecia vital ha tenido lugar en Barcelona, adonde vino no hace mucho dispuesto a rastrear sus orígenes”), paradigma de las familias truncadas y escindidas por la guerra civil, que son el argumento del programa Rinomicina le busca: el dinero y la publicidad burguesas rescatando el drama vivo, sangrante, de la guerra civil dota a la novela de un aspecto ideológico constructivo que no cabe menospreciar. El mundo inicial de Antonio son las barracas del Somorrostro, próximas al barrio de Poble Nou: “una zona de barracas, hechas con ladrillos, madera y material de aluvión, y leves tejados de cañas, cuero-cartón y lona cubiertos con piedras, dispuestos en torno a callejuelas que llegaban casi a la orilla, donde se alineaban algunas barquitas de pescadores.” Su progresivo y dificultoso ascenso social (con la fábrica SEAT como problemático escalón) tiene también correlato urbano hasta alcanzar un empleo en una charcutería de la Rambla de Cataluña: “Aquí el dependiente simplemente tenía que interpretar de forma correcta los deseos de un comprador motivado, en un ambiente oxigenado y confortable”.
Estaba en el aire suscribe una poética que arranca de una concepción positiva del papel de la burguesía en el proceso histórico catalán. Por ello sus señas de identidad no comulgan con el tejido narrativo de Luis Goytisolo, Juan Marsé o Manuel Vázquez Montalbán. Su pulso, su nervio y su interés (indudables virtudes del Premio Nadal 2013) consiguen una visión más cálida, de una mirada más complaciente con los quehaceres de la clase media y de una cierta complicidad con la droite divine, que la atractiva y seductora Tona encarna de modo magistral: es el personaje mejor configurado de la novela.
La poética y su sedimento ideológico de la presente novela emparenta con los dos primeros volúmenes del ciclo novelesco La ceniza fue árbol de Ignacio Agustí, en lo que tienen de novelas de corte clásico y en su empeño de novelar los avatares de la Barcelona moderna y del espíritu –en Vila-Sanjuán- anfibio de la ascendente burguesía, en una ciudad que despertaba con el desarrollo económico, los sueños de la publicidad y los medios de comunicación. De ahí el acierto de amalgamar la fascinación por ese mundo con las medias tintas políticas, económicas y morales que lo estaban edificando.
Historiador y novelista y –sobre todo- periodista, Vila-Sanjuán ha atinado con un retablo de las costumbres y de sus pulsos de la todavía desconocida Barcelona de los años sesenta. Y lo ha hecho bien avenido con la sentencia clásica varias veces presente en la novela: “El destino, a quien quiere le empuja; a quien no, le arrastra”.