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La búsqueda del Santo Grial
En los últimos diez años he tenido el privilegio de escribir dos libros sobre finanzas
personales que han encabezado las listas de los títulos más vendidos de TheNew York Times (Dinero: domina el juego e Imbatible). No han tenido tanto éxito porque yo sea un experto en la materia, sino porque poseo
algo muy importante... ¡acceso!
Cuatro décadas de actividad como estratega personal y empresarial me han granjeado
la confianza de muchas de las mentes financieras más brillantes del mundo, con el
añadido de que muchas de ellas eran además grandes admiradoras de mi trabajo. Desde
Alan Greenspan a Ray Dalio, desde el desaparecido Jack Bogle a Paul Tudor Jones y
muchos otros. He tenido el placer de sentarme con los grandes titanes de la inversión
y adquirir las herramientas, las tácticas y la mentalidad que cualquier persona, en
cualquier etapa de la vida, puede —y debe— aplicar en su búsqueda de la libertad financiera.
La generosidad que han demostrado para compartir conmigo su tiempo y sus ideas me
ha permitido dar forma a una trilogía de «manuales prácticos» de finanzas. Así que,
si no lo has hecho ya, te animo a que leas los dos títulos anteriores.
Empecé a profundizar en la gestión del dinero después de la crisis financiera de 2008,
cuando la economía mundial estuvo al borde del colapso por culpa de la conducta temeraria
y la avaricia de unos pocos. Nadie escapó de aquel dolor económico, yo incluido. Recuerdo
que mientras trataba de ayudar a muchos amigos y familiares que habían perdido el
trabajo, la vivienda y unos planes de pensiones que de repente habían desaparecido,
mi teléfono no dejaba de sonar. Aunque con distintos grados de devastación, ya fueras
barbero o multimillonario, la tormenta afectó a las vidas de todo el mundo.
Como nunca he estado dispuesto a ser víctima de las circunstancias, decidí tomar medidas
inmediatas para convertirme en parte de la solución. Con una sana dosis de cinismo,
me propuse responder a la pregunta más importante a la que se enfrentaba una sociedad
analfabeta en cuestiones financieras... ¿Todavía era posible ganar en este juego?
En el mundo posterior a la crisis financiera, ¿un inversor aún podía ganar en el juego
de las finanzas? ¿Una persona normal y corriente podía alcanzar la libertad financiera
incluso si nunca vendía una empresa, heredaba un buen colchón o rascaba un billete
de lotería con un gran premio en metálico? Después de entrevistar a más de cincuenta
personas que poseen las mentes financieras más brillantes del mundo, y de cribar cientos
de horas de entrevistas grabadas, ¡la respuesta a la pregunta era un rotundo sí! Pese
a que los titanes a los que entrevisté compartían visiones muy distintas, todos coincidían
en una serie de leyes y principios inmutables que un inversor debe aplicar (y también
evitar) para poder ganar la partida.
Aunque plantearon muchos temas diferentes, los cuatro principios más comentados que
compartieron aquellos gigantes fueron los siguientes:
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Primero, no perder. Como decía Warren Buffett en un alarde de concisión: «La regla
número 1, no perder dinero. La regla número 2, ver la regla número1». Si pierdes el
50 por ciento en una mala inversión, necesitas obtener una rentabilidad del cien por
cien sólo para volver al punto de partida. Una de las ideas que comparten todos los
inversores de éxito es que son conscientes de que alguna vez también van a perder
(sí, hasta Buffett). Pero para controlar los daños, nunca se precipitan antes de estar
seguros ni arriesgan demasiado en una inversión, lo que nos lleva a...
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Segundo, el principio esencial de la asignación de activos; o sea, repartir tus recursos
en distintos tipos de inversiones con diferentes ratios riesgo-beneficio. Cuando me
reuní con el desaparecido David Swensen —el hombre que cogió las riendas del centenario
fondo de dotación de Yale y lo hizo crecer de 1.000 millones de dólares a 31.000 millones—
¡me explicó que la asignación de activos representa el 90 por ciento de la rentabilidad
de las inversiones! Como verás, los inversores institucionales más importantes y los
que obtienen unas altísimas rentabilidades netas abordan la asignación de activos
de una forma completamente distinta a la del típico inversor individual.
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Tercero, siempre que sea posible, busca oportunidades con una relación riesgo-beneficio
«asimétrica». En pocas palabras, estos inversores buscan operaciones en las que el
potencial beneficio supere con creces a los potenciales riesgos. Mi buen amigo, y
legendario trader, Paul Tudor Jones sólo abre operaciones en las que cree que la ratio riesgo-beneficio
es de 5 a 1. Arriesga 1 dólar para conseguir 5 dólares. De este modo, puede cometer
más errores que aciertos, y aun así tener beneficios.
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El cuarto y último principio es la diversificación. Hay que tener en cartera una amplia
variedad de inversiones (acciones, bonos, bienes inmuebles, capital privado, crédito
privado, etcétera), repartidas en distintas clases de activos, ubicaciones geográficas,
períodos...1
Supongo que si estás leyendo este libro no eres el inversor típico. Es probable que
tú (o tus clientes) hayáis adquirido los conocimientos financieros necesarios para
superar estos dogmas esenciales y hayáis echado un poco más de leña al fuego de la
inversión. Como verás en las páginas siguientes, los activos alternativos han generado
unos enormes beneficios para los inversores más astutos del mundo. Por ejemplo, entre
1986 y 2022, el sector del capital privado ha superado cada año al S&P 500 por más
de cinco puntos porcentuales (9,2 por ciento en comparación con el 14,28 por ciento).
Estamos hablando de un 50 por ciento más de rentabilidad. El crédito privado, una
alternativa a los bonos, ha multiplicado entre dos y tres veces los ingresos/rendimiento.2
Resulta innegable que el dinero inteligente recurre a las inversiones alternativas
de alta calidad, que actúan como un motor de la diversificación y del crecimiento
acelerado. Eso es lo que hacen los grandes titanes de las finanzas con su capital
personal. Y lo sé porque me lo han contado. Durante varias décadas, he cultivado las
relaciones que ya mantenía con esos «maestros del universo financiero». Para escribir
este libro, he entrevistado a una docena larga de ellos; en concreto, a trece de los
mejores gestores de inversiones alternativas, que en el transcurso de los años han
generado unas rentabilidades extraordinarias, y que el público general casi nunca
es capaz de ver. Gente como...
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Robert F. Smith: fundador de Vista Equity Partners, Smith está considerado uno los inversores en
software empresarial de mayor éxito de todos los tiempos. Gestiona más de 100.000
millones de dólares y obtiene unos beneficios excepcionales en comparación con otras
empresas homólogas (y desde hace veintitantos años). La cartera de Vista abarca más
de ochenta empresas, con unos noventa mil empleados. A marzo de 2023, ¡las empresas
en la cartera de Vista generan más de 25.000 millones de ingresos anuales!
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Bill Ford: un pionero en el mundo del capital privado, Ford ha hecho crecer los activos de
General Atlantic desde los 12.000 millones de dólares a los 80.000 millones, y ha
ampliado la presencia global de la empresa. A lo largo de su historia, General Atlantic
ha invertido más de 55.000 millones de dólares en más de quinientas empresas dedicadas
a la tecnología, la medicina, la biología y los servicios financieros.
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Vinod Khosla: fundador de Khosla Ventures, Vinod es una leyenda en el mundo del capital riesgo.
Sus inversiones en la fase inicial de algunas empresas que estaban desarrollando tecnologías
disruptivas le han permitido pasar de ser un inmigrante con pocos recursos a un multimillonario
hecho a sí mismo. Es célebre por haber convertido una inversión de 4 millones de dólares
en Juniper Networks en una lluvia de 7.000 millones para sus asociados.
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Michael B. Kim: el «padrino del capital privado en Asia», Kim ha creado la empresa independiente
de capital privado más grande del continente, cuyas operaciones se centran en China,
Japón y Corea del Sur. El impresionante éxito de sus inversiones también lo ha convertido
en el hombre más rico de Corea del Sur.
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David Sacks: fundador de Craft Ventures, copresentador del pódcast All In y uno de los miembros originales de la mafia de PayPal junto con Elon Musk y Peter
Thiel. Sacks ha invertido en más de veinte unicornios, como Affirm, Airbnb, Eventbrite,
Facebook, Houzz, Lyft, Palantir, Postmates, Slack, SpaceX, Twitter y Uber.
¡Y muchos más!
Todos estos tipos compiten al más alto nivel en el juego del dinero. Sin embargo,
disponen de una gran ventaja. ¡La ventaja del acceso! Su posición y contactos profesionales
les proporcionan un acceso extraordinario a unas inversiones muy singulares a las
que, con franqueza, el 99,99 por ciento de los mortales no pueden acceder en condiciones
normales. Y lo que quizás resulte aún más fascinante: suelen obtener una buena rentabilidad
tanto en los buenos como en los malos tiempos. Aunque tampoco son inmunes a los altibajos
de la economía, estos inversores han demostrado una y otra vez que saben prosperar
—y no sólo sobrevivir— en los inviernos económicos. En vez de conformarse con capear
el temporal, salen de compras cuando los precios están bajos. Para ellos, el temporal
es una oportunidad. Una cosa es ganar dinero cuando los mercados van al alza, porque
la subida de la marea beneficia a todos los barcos; pero ¿generar beneficios cuando
los mercados están revueltos? Eso es lo que diferencia a los buenos de los mejores.
Mi amigo Ray Dalio es uno de los jugadores que se han ganado un puesto en el «salón
de la fama» del dinero inteligente. Ray Dalio es el Tom Brady de los gestores de fondos
«macro» de inversión libre. El mejor de todos los tiempos. Para quienes no lo conozcan,
diré que Ray es el fundador de Bridgewater, el fondo de inversión libre más grande
del mundo (196.000 millones de dólares), con un impresionante historial de operaciones,
tanto en los buenos como en los malos tiempos.3 Fue uno de los primeros que vaticinó la Gran Recesión, y se aprovechó de la situación.
Desde su creación en 1991, su fondo Pure Alpha ha obtenido un rendimiento medio anual
del 11 por ciento (en comparación con el 7 por ciento del S&P 500).4 No hace falta mencionar que cuando vences una y otra vez al mercado por un amplio
margen durante más de treinta años, te conviertes en uno de los gestores de fondos
más buscados por los ricos del planeta. Desde los fondos soberanos de los países más
prósperos del mundo a los multimillonarios más influyentes, Ray tiene línea directa
con muchas de las personas más poderosas del planeta.
En una de nuestras primeras conversaciones, que tuvo lugar hace ya casi diez años,
me enseñó lo que, en su opinión, es el principio más importante de una inversión de
éxito: el principio de la diversificación para maximizar el beneficio y minimizar
el riesgo. Un principio que ha guiado mi estrategia de inversión personal y que, muy
en especial, me ha proporcionado la inspiración para escoger el título y el contenido
de este tercer y último libro de mi trilogía financiera: un principio que Ray llama
«el Santo Grial» de la inversión. Una estrategia simple pero profunda, que pocas veces
se pone en práctica. Te explicaré cómo funciona.
En primer lugar, es importante entender que las carteras más tradicionales buscan
reducir el riesgo y maximizar las ganancias mediante el principio básico de la diversificación:
no pongas todos los huevos en la misma cesta. Pero, por desgracia, la diversificación
no siempre funciona como estaba previsto. La razón es que en la actualidad muchas
de las inversiones tradicionales están «correlacionadas»; lo que quiere decir que
se mueven hacia arriba y hacia abajo al mismo tiempo.
La correlación mide hasta qué punto una serie de inversiones evolucionan en la misma
dirección; una correlación positiva implica que se mueven al unísono, mientras que
una negativa significa lo contrario. A continuación, existen distintos grados de correlación,
lo que significa que las inversiones se mueven en grupo, pero no en fila india. Por
ejemplo, en términos generales, los bonos y las acciones no están correlacionados.
Cuando las acciones bajan, va muy bien que los bonos suban para obtener cierta protección.
Sin embargo, las correlaciones siempre evolucionan, y a menudo lanzan algunas bolas
con efecto.
En 2022, las acciones y los bonos cayeron a la vez. Si bien es un fenómeno bastante
raro, en un futuro quizás no sea una absoluta anomalía. AQR, uno de los fondos algorítmicos
de inversión libre de mayor éxito, cree que «los cambios macroeconómicos —como la
incertidumbre por el aumento de la inflación— podrían conducir a la reaparición de
la correlación positiva entre los bonos y las acciones de los años setenta, ochenta
y noventa del siglo pasado». En agosto de 2023, la pantalla de mi ordenador mostraba
un titular de Bloomberg que decía: «A medida que la correlación se dispara, los bonos
son una cobertura inútil para las pérdidas derivadas de las acciones».5 ¡El artículo destacaba que la correlación positiva entre los bonos del Tesoro de
Estados Unidos y las acciones estaba a su nivel máximo desde 1996!
En estos tiempos, las acciones y los bonos no son los únicos valores que han demostrado
una correlación positiva. A pesar de pertenecer a una clase de activos muy diferente,
las sociedades cotizadas de inversión en el mercado inmobiliario (socimi en español;
REIT en inglés), unas empresas que poseen y gestionan carteras basadas en bienes inmuebles,
suelen mostrar un alto grado de correlación con las acciones. Entre 2010 y 2020, las
REIT han tenido una correlación del 80 por ciento con el S&P 500.6 Añadir activos inmobiliarios a una cartera puede parecer una estrategia de diversificación
inteligente, pero, en realidad, lo más probable es que las acciones y las REIT se
muevan al unísono. Para ser justos, en el período 2010-2020, las REIT rindieron bastante
bien. Pero el dato importante es el siguiente: cuando las acciones empezaron a caer
en 2022, las REIT también se llevaron un buen revolcón. Demasiado movimiento para
mantener a salvo una parte importante de la cesta.
De modo similar, en los últimos años, las criptomonedas, cuyos defensores suelen vender
como un «oro digital» que ofrece una buena cobertura contra la volatilidad del mercado,
se han movido al mismo ritmo que las acciones. En 2022, el bitcoin se comió una caída
del 65 por ciento, desde los 47.000 dólares a casi 16.000. Aquel mismo año, las acciones
entraron en un mercado bajista y la inflación ganó terreno. Un estudio de la Universidad
Georgetown reveló que «los activos en criptomonedas siguieron los pasos del mercado,
y de una forma aún más correlacionada durante los períodos de alta volatilidad, como
la pandemia por la COVID-19 y la invasión rusa de Ucrania».7 Nadie sabe cómo se comportarán en el futuro, pero no cabe ninguna duda de que en
los últimos tiempos han fallado como medida de protección.
El problema es que en la actualidad, ¡las estrategias de diversificación más tradicionales
suelen incluir la incorporación de inversiones con una correlación positiva! De manera
consciente o inconsciente, algunos inversores parecen haber renunciado a encontrar
activos no correlacionados para encajar mejor los golpes. Hace poco vi en las noticias
un titular bastante terrorífico: los estadounidenses de más edad, los que están jubilados
o se acercan, están renunciando a los bonos para protegerse y apuestan (casi) todo
su futuro a las acciones. Es una apuesta arriesgada. The Wall Street Journal informaba de que entre los clientes de Vanguard: «Una quinta parte de los inversores
de ochenta y cinco años o más tienen casi todo su dinero en acciones, cuando en 2012
el porcentaje era del 16 por ciento. Lo mismo ocurre con casi una cuarta parte (el
25 por ciento) de los que tienen entre setenta y cinco y ochenta y cuatro años».8 Abandonar así la diversificación es como tirar los dados apostando mucho dinero,
pero, por desgracia, muchos estadounidenses perciben que no tienen otra opción cuando
sus carteras «diversificadas» no cumplen según lo previsto.
Entonces, ¿cuál es el «Santo Grial» de la inversión?
Según Ray Dalio, el Santo Grial es una cartera compuesta por entre ocho y doce inversiones
no correlacionadas que, en conjunto, reduzcan claramente los riesgos sin sacrificar
los beneficios. Dalio ha demostrado que una cartera diseñada de este modo puede reducir
los riesgos en un 80 por ciento, mientras mantiene los mismos —o muy similares— beneficios
potenciales. Lo expresa con estas palabras:
Por mis primeros fracasos, sabía que no importa la confianza que puedas tener en una
apuesta en concreto, porque aun así puedo estar equivocado; y que la clave para reducir
los riesgos sin reducir la rentabilidad era una diversificación adecuada. Si podía
crear [una cartera repleta de flujos de ingresos de alta calidad que estuviera] adecuadamente
diversificada (con activos que zigzaguearan de un modo que unos compensen a los otros),
podía ofrecer a los clientes una rentabilidad general por su cartera mucho más constante
y fiable de lo que podrían encontrar en otra parte.
Parece bastante sencillo, ¿verdad? Pero representa un importante desafío: ¿cómo podemos
acceder a esas inversiones de alta calidad que no están correlacionadas?
El manual del multimillonario
Desde que adopté la filosofía del Santo Grial, he creado una cartera en la que las
acciones cotizadas se combinan con una buena dosis de inversiones alternativas. Por
ejemplo, soy un gran partidario de los activos inmobiliarios privados, ya que ofrecen
ingresos constantes además de beneficios fiscales (por la depreciación, por ejemplo).
Soy un gran partidario del capital privado, ya que casi cualquier empresa no cotizada
necesita capital para crecer, y la rentabilidad de esta clase de inversiones ha superado
una y otra vez al rendimiento de las acciones. Cuando se gestiona de forma correcta,
el crédito privado ha demostrado ser una gran alternativa a los bonos, sobre todo
en un momento en que los tipos están subiendo. También añado unas gotas de capital
riesgo; tiene más peligros, pero siempre sirve para ampliar los límites de la innovación
y la disrupción, lo que conecta con el emprendedor que llevo dentro.
Como quizás ya sepas, al llegar a un cierto nivel de ingresos, la SEC (Comisión de
Bolsa y Valores de Estados Unidos) te invita a un club especial. Cuando alcanzas unos
ingresos anuales de 200.000 dólares, o un patrimonio neto de 1 millón de dólares (sin
incluir tu vivienda), te considera un inversor acreditado. Este título te permite
acceder a algunas, aunque tampoco demasiadas, inversiones alternativas. La buena noticia:
mientras escribo estas líneas, se espera la próxima aprobación de una ley que permita
a cualquier persona que pase un examen entrar en la categoría de los «acreditados»
sin tener en cuenta su patrimonio neto (unas páginas más adelante volveré a esta cuestión).
Cuando tienes un total de 5 millones de dólares en inversiones, la SEC te concede
el estatus de «comprador cualificado». Ahora se abre un universo de inversiones alternativas.
Pero aquí está la trampa..., cumplir con los requisitos exigidos no siempre significa
que tengas las puertas abiertas. De hecho, muchas de las mejores inversiones alternativas
están cerradas a nuevos suscriptores o, como un nuevo coche exótico de edición limitada,
se agotan antes incluso de llegar al mercado.
En las primeras etapas de mi carrera como inversor, experimenté esa sensación de frustración
en numerosas ocasiones. La verdad es que, simplemente, parece existir un exceso de
demanda; hay demasiado dinero buscando un hogar en el mundo de las inversiones alternativas.
¿Y quién parece estar en los primeros puestos de la cola? Las grandes instituciones
dispensadoras de cheques que hay por el mundo. Los fondos soberanos, los fondos de
dotación de las grandes universidades y los family offices que gestionan enormes fortunas familiares sacan pecho y echan a codazos al inversor
individual.
Christopher Zook, coautor de este libro, compartía una divertida anécdota de los primeros
tiempos de su carrera...
Llevaba toda la mañana esperando aquel fax. Sí, aquello ocurrió hace más de veinticinco
años, en los tiempos de las viejas máquinas de telefax. El día anterior había recibido
una llamada en la que me dieron buenas noticias: mis clientes y yo podríamos invertir
en uno de los fondos de inversión privados más importantes. Llevábamos años tratando
de acceder (sin ningún éxito) a este gestor concreto, ya que todos los fondos tenían
un «exceso de suscripciones».
Por fin había llegado el momento de descubrir cuánto nos permitirían aportar. Por
fin íbamos a entrar en el club de aquella gente tan atractiva. Mis clientes y yo habíamos
reunido unos 5 millones de dólares de nuestro propio dinero para invertir. La máquina
de fax empezó a hacer aquel inconfundible ruido y escupió al suelo un fino rollo de
papel. Se me rompió el corazón al ver que nuestra asignación total (o sea, lo que
nos dejaban invertir) eran unos increíbles 250.000 dólares. Era como conseguir mesa
en la mejor pizzería de Nueva York para que sólo te sirvieran una única porción para
compartir en una mesa llena de amigos.
Un apetito insaciable
En los espacios del capital privado, los activos inmobiliarios privados y el crédito
privado, el hambre por las inversiones alternativas parece insaciable. Según la agencia
de análisis Preqin, en el año 2006, los gestores de fondos de capital privado manejaron
cerca de 1 billón de dólares. En la actualidad, hay más de 6 billones de dólares invertidos
en el sector del capital privado, mientras que algunas proyecciones indican que en
2025, el mercado crecerá hasta los 14 billones. Esta «gran migración» hacia las inversiones
alternativas parece imparable, ya que resulta evidente que el dinero inteligente está
en pleno proceso de reasignación. Menos acciones cotizadas en los mercados, más inversión
en capital privado. Menos crédito público (bonos), más crédito privado. Menos REIT
cotizadas, más inversión en activos inmobiliarios privados.
Mis sospechas se vieron confirmadas por las palabras de mi querido amigo y asesor
Ajay Gupta. Ajay ha sido el representante de mi familia durante más de quince años.
Para resumir su currículum, diré que Ajay es el antiguo director de estrategia (ya
retirado) de una de las grandes asesorías de inversión independientes de Estados Unidos,
que gestionaba cerca de 200.000 millones de dólares en activos. Vendió la agencia
a una de las empresas de capital privado más importantes, y ahora dirige Robbins Gupta
Holdings, nuestro family office conjunto.
Un día, Ajay me pasó un informe de KKR, una de las empresas de capital privado más
grandes del mundo. Se trataba de una encuesta que permitía echar un vistazo a la sala
de máquinas de los fondos de dotación, los fondos de pensiones y los family offices de los más ricos del mundo. Me sorprendió la predisposición de los participantes
en la encuesta a revelar su asignación de activos en el presente. Vale la pena repetir
que para un inversor, la asignación de activos, o sea, cuánto decidimos invertir y
en qué clase de producto, es el principal motor del éxito. Este principio es una verdad
incuestionable para todos los inversores a los que he entrevistado en las últimas
dos décadas.
Gráfico 1.1. Inversiones alternativas como porcentaje
de la asignación total de activos.
Las familias con patrimonios ultraaltos (superiores a los 30 millones de dólares)
tienen el 46 por ciento de sus activos en inversiones alternativas, y sólo el 29 por
ciento en acciones cotizadas (véase el gráfico en la página 000).9 Hace poco, las inversiones alternativas no eran más que un simple aperitivo en una
cartera; en cambio, hoy son algo más parecido a un bistec con patatas. Y escucha esto...,
de todo el dinero que estos grupos habían destinado a los productos alternativos,
más de la mitad (el 52 por ciento) estaba invertido en capital privado, mientras que
el resto se dividía de una forma bastante equilibrada entre activos inmobiliarios
(25 por ciento) y fondos de inversión libre (23 por ciento).
¿Por qué este cambio tan profundo hacia las inversiones alternativas? Bueno, no hace
falta investigar mucho para descifrar las pistas...
A escala global, ¡en cada ejercicio de los últimos treinta y cinco años (entre 1986
y 2020)!, el capital privado ha obtenido mejores resultados que los mercados cotizados.10
Como puede verse en el gráfico siguiente, durante un período de treinta y seis años
que concluye en 2022, el capital privado —como clase de activos— ha generado una rentabilidad
anual del 14,28 por ciento.11 El S&P 500 generó un 9,24 por ciento. Estamos hablando de una diferencia en la rentabilidad
anual superior a cinco puntos porcentuales, que se traduce en un crecimiento compuesto
desenfrenado. Para poner estas cifras en perspectiva, entre 1986 y 2022, una inversión
hipotética de 1 millón de dólares en el S&P 500 hubiera crecido hasta alcanzar los
26.310.105 dólares. No está nada mal. Pero con el capital privado, ese mismo millón
de dólares habría crecido hasta convertirse... ¡en unos increíbles 139.604.229 dólares!
Conviene recordar que esta rentabilidad es el promedio del sector del capital privado
en todo su conjunto, pero que muchas empresas han obtenido unos beneficios aún más
elevados.
Gráfico 1.2. Simulación de la rentabilidad entre el capital privado y las acciones
cotizadas
Como puede verse, el capital privado obtiene una excelente rentabilidad en los buenos
tiempos, pero también ha sido capaz de capear más de un temporal. Si observamos la
historia reciente, hemos tenido tres grandes recesiones en el mercado (con sus consiguientes
recuperaciones). En 2001, el pinchazo de la burbuja puntocom; en 2008, la Gran Recesión,
y en 2020, la pandemia de la COVID-19. En estos tres casos, en comparación con los
del capital privado, los descensos de «máximos a mínimos» del S&P 500 fueron mucho
más pronunciados.12 Un estudio del gigante de Wall Street Neuberger Berman lo resumía muy bien: «Históricamente,
el capital privado ha experimentado unos descensos menos pronunciados, y una recuperación
más rápida, que las acciones cotizadas en las tres [recesiones]». Un buen ejemplo
fue 2021, ya que en medio de la crisis causada por la pandemia y los problemas en
la cadena de suministro global, el capital privado tuvo uno de sus mejores años, y
en conjunto generó una rentabilidad del 27 por ciento.13 Esta cifra sólo está ligeramente por debajo del 33 por ciento obtenido en el año
2020, un rendimiento espectacular.14 Bain Capital, uno de los pesos pesados del capital privado, escribía: «En 2021, el
capital privado venció a todos sus rivales, puesto que los billones de dólares en
estímulos asociados a la pandemia generaron un aumento histórico de las operaciones
cerradas y las salidas».15
Todo esto explicaría la migración masiva hacia las inversiones privadas. En pocas
palabras, ofrecen mejores oportunidades. Hay que pescar donde están los peces. En
la actualidad, las empresas ya no necesitan cotizar en bolsa como hacían en el pasado.
Pueden acceder al capital sin tener que lidiar con el bombardeo de normativas y procedimientos
que implica la cotización en bolsa. De hecho, según el Financial Times, desde su máximo histórico de 1996, el número de empresas cotizadas en Estados Unidos
ha caído casi a la mitad, a unas cuatro mil cuatrocientas.16 Es decir, los inversores sólo pueden estudiar unas cuatro mil cuatrocientas empresas;
y si hablamos de rentabilidad, crecimiento y perspectivas de futuro, todos sabemos
que muchas de ellas son mediocres —en el mejor de los casos—. De hecho, en 2009, el
81 por ciento de las empresas cotizadas eran rentables (tras la OPV); pero, en 2021,
sólo el 28 por ciento siguen ofreciendo beneficios (tras la OPV).17
En cambio, hay decenas de miles de empresas no cotizadas que crecen, innovan y crean
disrupciones. Cerca del 80 por ciento de las empresas que obtienen unos ingresos anuales
superiores a 100 millones de dólares no cotizan en bolsa. Al observar la capitalización
de las empresas cotizadas en todo el mundo, resulta sorprendente descubrir que el
valor total de las sociedades que están en manos de los fondos de capital privado
empequeñece a las acciones cotizadas por casi 4 a 1.